La Bruja de Santa Rosa

La Bruja de Santa Rosa

La Bruja de Santa Rosa

Miren, yo no sé si me van a creer o no, pero ahí les va lo que nos pasó a mis compas y a mí una noche volviendo de una fiesta. Les juro que hasta el día de hoy no sabemos qué fue eso.

Era como eso de las 3 de la mañana y veníamos bien ambientados, echando relajo en la camioneta. Íbamos tres: yo manejando y dos de mis cuates unode copiloto y el otro atrás. Veníamos de Santa Rosa, ya saben, de esas fiestas que se ponen buenas, y justo tenemos que pasar por un callejón que siempre ha estado medio raro. Para empezar, el lugar siempre está lleno de animales muertos (y no crean que atropellados, más bien parece que los dejan ahí a propósito), y no es broma, hasta han tirado cadáveres ahí. O sea, ese callejón tiene su historial.

Total, ahí vamos nosotros, cante y cante, felices porque la fiesta estuvo chida. Apenas íbamos entrando al callejón cuando, ¡PUM!, sentimos como si algo cayera en la caja, la parte de atrás de la camioneta. Nos callamos de golpe. Mi compa que iba de copiloto nomás se quedó viéndome y el otro compa atrás preguntó:
—¿Escucharon eso?
—¡Pues obvio!

Paramos la camioneta, nos bajamos a ver qué había caído. Pensamos que capaz y era una rama o algún perro callejero que se nos aventó. Nos dimos la vuelta con la linterna del cel y no había nada. Nada. Pero les juro que algo cayó.

Medio sacados de onda, nos volvimos a subir y arrancamos. Y en eso, mi compa el copiloto suelta un:
—¡Hay alguien atrás!

Yo sentí que se me bajó la borrachera de un jalón. Miré por el retrovisor y ahí estaba. UNA SEÑORA. Una señora sentada en la parte de atrás de la camioneta, con el pelo todo largo y la piel pálida, viéndonos como si nada.

Frené en seco y les grité:
—¡Díganme que la ven también!

Los dos voltearon, la vieron y nomás soltaron un:
—¡QUIÉN ES LA RUCA!

Y lo peor… ¡NOS ESTABA HACIENDO SEÑAS PARA QUE FUÉRAMOS! Con la mano así, como cuando alguien te llama sin decir nada. Yo ya no sabía si salir corriendo o qué, pero uno de mis amigos dice:
—¡Arráncate fuerte, para que se caiga!

Metí primera, aceleré y en eso… ¡Madres! Se escuchó un golpe en el techo, pero no cualquier golpe. ¡Algo cayó con todo el peso y hundió la lámina!

Ahí sí nos bajamos a ver. ¡Pero la señora ya no estaba atrás! Volteamos hacia adelante… ¡Y ahí estaba! ¡PARADA ENFRENTE DE NOSOTROS!

Yo les juro que ahí fue cuando se me doblaron las piernas. Nos echamos a correr como si nos persiguiera el diablo mismo, dejamos la camioneta a media calle y nos fuimos a la casa de un compa. Ahí nos quedamos a dormir porque ni locos íbamos a regresar esa noche.

En la mañana, con la luz del día y el valor que nos dio el sol, fuimos a ver la camioneta. Y ahí estaba: el techo hundido, arañazos en los asientos y en la parte trasera. Les juro por mi madre que esa noche vimos algo que no era normal.

No sé qué era esa señora, pero los del barrio dicen que en el callejón han visto brujas y que si te detienes ahí a ciertas horas, te suben a la camioneta. Yo solo sé que desde ese día, paso por ahí pero con el pie en el acelerador y persignándome.

Y ustedes, ¿se atreverían a pasar por el callejón de Santa Rosa a las 3 de la mañana?

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